"Viaje a la costa", fantasmas japoneses (esRadio)

08 de abril de 2016

(ANDRÉS AMORÓS) No hace mucho comenté aquí la novela Los amigos, de Kazumi Yumoto (Tokio, 1959), una curiosa historia de adolescentes que se asoman a las grandes cuestiones. Su éxito universal se continúa en su nueva obra, Viaje a la costa, que ha dado base a una película, premiada el año pasado en Cannes.

El comienzo es sorprendente: el marido de Mizuki ha desaparecido hace tres años. Una noche, él aparece en su cocina y le cuenta que murió ahogado y le devoraron los cangrejos... El matrimonio emprende un viaje hacia el mar, sin itinerario ni finalidad clara, pasando por pueblecitos, alojándose en hostales, aceptando pequeños trabajos. Él no le explica nada: ha muerto pero su cuerpo todavía sobrevive, no se sabe por cuánto tiempo. Y a algunos de los amigos que encuentran, quizá le suceda lo mismo.

¿Una historia de fantasmas, en Japón? Sí, pero sin ninguna truculencia. Todo es cotidiano, banal: las tareas cotidianas, las comidas (en las que se insiste mucho, como amarra con la realidad: él come ahora más que antes). En su viaje, narrado por ella en primera persona, van aflorando viejas historias: en su ausencia, ella fue descubriendo cómo era su marido, que le había sido infiel; a los dos les influyen mucho las malas relaciones con sus padres...

Es un viaje con muchos detalles casi costumbristas pero con muchos elementos que difuminan la realidad, mezclada siempre con los sueños. Hay ejemplos claros de déja vu; coexisten los tiempos; los hechos se mezclan con los recuerdos. Y se repiten una serie de elementos metafóricos: las burbujas, la luna, el agua omnipresente...

No se aclaran las cosas, se mantiene la ambigüedad. Vamos descubriendo que los muertos no se relacionan (igual que los vivos): "¿No es lo mismo estar vivo que estar muerto?" (p. 174). Que las cosas y las personas no desaparecen del todo y siguen pesando sobre nosotros: "No hay ninguna familia que no tenga algún muerto" (p. 208). Al final, ella desea que las dos almas sigan juntas (Jacques Brel lo dijo en una canción inolvidable: "Ne me quitte pas"). Y, aunque no se mencionan las creencias religiosas, sí se alude a la bíblica escala de Jacob, por la que los ángeles subían y bajaban del cielo...

No es una novela adecuada para los lectores de novela negra, apasionados por la acción. Aquí, como en el cine japonés, pasan muy pocas cosas, pero hay intuiciones poéticas sobre el tiempo, la dificultad de vivir en pareja, el aprendizaje vital, los recuerdos... El éxito internacional demuestra que también hay lectores a los que fascina este misterio cotidiano, este extraño viaje.

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