Memorias de Montparnasse (Revista de Occidente, 346)

13 de mayo de 2010
El número 346 de la Revista de Occidente comenta las memorias de Kiki de Montparnasse publicadas por Nocturna en "Recuerdos recobrados"
Memorias de Montparnasse
[Revista de Occidente, n.º 346, Marzo 2010]

KIKI DE MONTPARNASSE: Recuerdos recobrados. Memorias. Traducción de José Pazó Espinosa, Nocturna ediciones, 2009, 230 pp.

No se puede entender ni conocer plenamente lo que significó la efervescencia artística en el París de entreguerras sin saber quién fue Kiki de Montparnasse. Se llamaba en realidad Alice Prim (Châtillon-sur-Seine, 1901, Sanary-sur-Mer, 1953). Conocida por haber servido de modelo a los mayores artistas de esa época, se editan por primera vez sus Recuerdos recobrados, un texto escrito en 1927 que vio la luz dos años después en Francia, con un prólogo de Fujita y otro de Hemingway, para una edición destinada a Estados Unidos y que fue interceptada antes de que llegara a puerto. En 2005, la editorial francesa José Corti se hizo cargo de una reedición. Debemos a José Pazó la traducción de esta inusual biografía y el prólogo de la edición.

Los Recuerdos recobrados son las memorias deshilvanadas de una mujer que estuvo, la mayor parte de su vida, al borde de la miseria. Después de vivir con su abuela hasta los doce años, Kiki se marcha a París con su madre. Desde muy niña lucha por la supervivencia, desempeñando un sinfín de pequeños oficios, desde panadera a dependienta de tienda, hasta que empieza su carrera como modelo de artistas. A partir de entonces, Kiki de Montparnasse se convierte en una de las modelos más deseadas de París. No sólo puede comer sino que empieza a frecuentar a los artistas más reconocidos. Por lo que descubrimos en su escrito, Kiki es también una artista y no es de extrañar que se sienta una privilegiada. En esa época, incluso en la ciudad más avanzada, las escuelas de arte oficiales no permitían el ingreso de las mujeres, que tampoco eran bien recibidas en las tertulias. Kiki dibujaba, cantaba y supo recoger en estas memorias su perfil creativo.

Testimonio brutal, el texto se desenvuelve con una ligereza que sobrecoge. Los pequeños capítulos de extensión desigual cuentan anécdotas de su vida y de las personas que le rodeaban. Desde sus aventuras para perder la virginidad hasta la historia de su amiga Germaine, que no encuentra para su bebé más que una caja de cartón, Kiki nos acerca a una ciudad inhóspita, fría, dura, en la que jamás, nos revela Hemingway, Kiki tuvo su cuarto. Con rápidas pinceladas, Kiki esboza retratos de personajes en un capítulo, como los referentes a Jean Cocteau, a Marie Wassiliev o a Fernande Barrey, primera mujer de Fujita que abandona al pintor a pesar de ser el artista más reconocido y rico del momento. El texto de Kiki resulta fragmentario y espontáneo, lleno de vida y con un estilo coloquial, lo que permite descubrir mejor el carácter del personaje. A diferencia de otros géneros literarios, como la biografía o el ensayo, las memorias ofrecen una imagen mucho más real de la persona que escribe, con una espontaneidad cercana a la de la oralidad. Su mente vuela libre sin querer acoplarse a la forma.

El libro, editado de manera muy cuidada por Nocturna, es de una gran belleza. En él se incluyen reproducciones de las diferentes obras de arte que reflejaron a la modelo, fotos de la época en la que descubrimos a Kiki en las diferentes etapas de su vida y a muchos otros artistas. Conocemos a Kiki de Montparnasse por los bronces de Pablo Gargallo, los móviles de Calder, los cuadros de Modigliani, de Kees Van Dongen, de Fujita, de Kisling. Por los escritos de Jean Cocteau, de Robert Desnos o las fotos de Man Ray, su gran amor durante más de veinte años. Y la lista podría continuar. Kiki encarnaba la libertad, les années folles de los famosos años 20. Sería muy interesante pensar en una exposición que mostrase las obras de arte en las que aparece la modelo.

Asimismo, el texto descubre la geografía del París bohemio del Monte Parnaso que pasó, en pocos años, de albergar huertos y casuchas, a los cafés y bares nocturnos más populares del cambio de siglo. Escuela de encuentros mágicos, a los que acudían los artistas del mundo entero para conocerse, charlar, divertirse y calentarse bajo las grandes estufas. El texto da una imagen de la importancia de estos lugares. La Closerie des Lilas, La Coupole, Le Boeuf sur le Toit, por ejemplo, fueron verdaderos centros de reunión e intercambio de información que marcaron para siempre la historia del arte moderno. Mujer enigmática, sincera y libre, Kiki de Montparnasse nos ofrece en sus Recuerdos recobrados una cara oculta del París del entreguerras.—JACINTA CREMADES.

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