“El corazón de la piedra”, el Siglo de Oro estremecido por la intimidad de su música (La Cueva del Erizo)

24 de septiembre de 2014
(JESÚS FERRERO) Ya dije en alguna ocasión que la pobreza o la grandeza de una novela no la define el género en el que está escrita, como bien demostró Cervantes que solo escribió novelas de género, la define la pobreza o la grandeza de su autor. Se trata de una idea que ha permanecido fija en mi cabeza mientras leía El corazón de la piedra de José María García López: una novela proyectada en la historia más que una novela histórica, y también una novela ejemplar.
El primer acierto de su autor ha sido configurar una narradora (la archiduquesa Margarita de Habsburgo, hija del emperador Maximiliano II y de María de Austria) a través de la cual vamos accediendo a la vida y los hechos de uno de los músicos españoles más grandes de todos los tiempos: Tomás Luis de Victoria. Como en El gran Gatsby, nos hallamos ante un narrador que, además de contarnos su propia vida, cuenta la de otro al que admira profundamente. De esa manera la narración se convierte en un tejido oblicuo que apunta a otro ser por encima y por debajo del ser del narrador.

Otro elemento importantísimo en la narradora de El corazón de piedra es el hecho de que su memoria y su visión se van degradando en el transcurso de su relato, de forma que la historia va adquiriendo aspectos cada vez más alucinatorios, en los que se confunde lo vivido con lo oído y lo deseado.

Tejida con un ritmo pausado y nada tóxico, que sugiere la figura de un río lleno de meandros más que de un arroyo torrencial, y que favorece la lectura gozosa y tranquila, El corazón de la piedra nos invita a reflexionar sobre las relaciones entre la música, la mística y la religión. ¿Y si las religiones fueran, además de sistemas morales, sistemas musicales? ¿Qué religión puede sobrevivir si no crea su propia música específica?

La novela está escrita en un castellano moderno con leves rasgos arcaizantes, como debe ser. Detesto las novelas que intentan reproducir con presunta exactitud los lenguajes de época, porque me parece un procedimiento kitsch con el que se pretende envejecer artificialmente el lenguaje, como quien envejece artificialmente un cuadro.

Otro acierto en el estilo de José María García López es evitar siempre el ronroneo (en general los escritores castellanos suelen evitarlo).

Como conclusión diré que El corazón de la piedra tiene una amplitud de horizonte poco frecuente en la novela actual. Por la vastedad del mundo que invoca, por su estructura sólida y a la vez llena de iridiscencias levemente barrocas, por la viveza y grandeza de sus personajes, considero El corazón de la piedra una novela del todo memorable que ayuda a ver desde perspectivas inéditas las luces y las sombras del Siglo de Oro.

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