Crítica de Dentro del laberinto (Posdata y Revista de Letras)

10 de septiembre de 2010
Javier Munguía
¿Por qué será que existen ficciones cuyo desarrollo y resolución podemos sospechar desde el inicio y aun así nos atrapan y terminan por seducirnos? Es el caso de Dentro del laberinto, la novela de A. C. H. Smith (Inglaterra, 1935) inspirada en la cinta Laberinto. Esta película fue estrenada en 1986 bajo la dirección de Jim Henson y con las actuaciones estelares de Jennifer Conelly y David Bowie. Recién publicado en español por editorial Nocturna, en una edición impecable (sin erratas, con un cómodo tamaño de letra y portada atractiva), este libro se lee con placer a lo largo de sus 285 páginas, aun cuando su argumento sea un tanto predecible.
Sarah es una imaginativa joven que gusta de la lectura. Su libro favorito se llama Dentro del laberinto y lo ha leído tantas veces que casi se lo sabe de memoria. La madre de Sarah ha abandonado a su esposo y a su hija. Por su parte, el padre se ha vuelto a casar y le ha dado a Sarah un hermanito. La chica no termina de aceptar a su madrastra ni la ausencia de su madre. Una noche en que el padre y su esposa salen a una fiesta y la dejan al cuidado del niño sin consultarla con antelación, Sarah acude a su ejemplar de Dentro del laberinto y pide a Jareth, el rey de los goblins, que desaparezca a su pequeño hermano. Para su sorpresa, Jareth se presenta y cumple su deseo. Sarah se arrepiente y suplica por el regreso del niño. En vez de acceder a su petición, el hombre le propone un reto a la joven: tendrá trece horas para atravesar un intrincado laberinto y encontrar a su hermano; de no conseguirlo, el niño quedará convertido en un goblin para siempre.

Desde las primeras páginas, nuestra simpatía está del lado de esta joven vulnerable, soñadora y algo rebelde. La muchacha ha perdido a su madre y está en una edad difícil: ¿cómo no comprenderla, cómo no sentirnos identificados? Deseamos que Sarah triunfe en su búsqueda y el orden quede restablecido. Adivinamos que cumplir el reto no será fácil, pero esperamos que la chica cuente con la ayuda de, al menos, un puñado de amigos. Es así como ocurre: no podría ser de otra manera. No es que Jareth sea el malo más malo: en su empeño por erradicar los sentimientos de su mundo fantástico sospechamos alguna herida, algún abandono que lo hermanaría con Sarah. Pero no podemos esperar que triunfe, pues su apuesta no está del lado de la justicia.

Los amigos de Sarah son tres: un enano, un monstruo y un hombrecillo quijotesco. Si el enano es huraño al principio y llega incluso a traicionar a Sarah, luego sus resistencias quedan vencidas ante la amistad sincera que le ofrece la muchacha. Junto a estos singulares amigos, Sarah se enfrenta a diversos peligros que a cada momento ponen en riesgo su meta. Pero, como esperamos, como es el curso natural en una historia como esta, la chica termina por salir victoriosa y regresa a casa con su hermano sano y salvo.

La intriga, ya lo hemos visto, no es precisamente el gancho de esta obra. Sin embargo, sí cuenta con buenas dosis de tensión a raíz de las muchas pruebas y los varios enfrentamientos que debe superar Sarah. Quizás el lector no tenga grandes dudas respecto de los hechos que acabarán por ocurrir en el relato, pero aun así quiere seguir con la chica para ver de qué manera se las arregla en un lugar tan hostil.

Uno de los atractivos principales de Dentro del laberinto es su capacidad de crear un mundo propio, muy imaginativo, que resulta tan extraño para nosotros como para Sarah, y al mismo tiempo tan seductor, justamente por representar el triunfo de la desmesura, de los sueños, de la fantasía sobre nuestro limitado y racional mundo. Por ello, y por la amistad entre los personajes, por sus debilidades, por el ingenio de Sarah, por el secreto de Jareth es que, luego de acabarlo, desearemos visitar de nuevo el libro.

* Dentro del laberinto, A. C. H. Smith, traducción de Noemí Risco Mateo, Madrid, Nocturna, 2010, 285 páginas.
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